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06 Feb Gestalt y trabajo con polaridades. Caso práctico
El trabajo con polaridades es un pilar de la Gestalt.
La Lorena es de Buenos Aires. Vino a terapia explicando que se sentía muy descontenta con su vida y no soportaba una sensación generalizada de estafa que contrastaba con sus expectativas de una vida feliz en Barcelona.
Aunque hablaba bien el catalán, le sugerí que se expresara en castellano porque le era más sencillo contactar con su mundo emocional.
En las primeras sesiones se hizo muy evidente que Lorena era muy responsable, buena compañera y «muy razonable». Esta última expresión, «soy muy RAZONABLE» me llamaba la atención porque la empleaba a menudo para definirse y me transmitía una especie de tensión cada vez que lo hacía.
También explicaba a menudo que «le sucedían cosas», pequeños accidentes o desenlaces en los que se situaba como objeto pasivo o incluso con un puesto marcadamente victimista. Un ejemplo era la relación laboral con sus superiores: se sentía irritable porque no valoraban sus esfuerzos aunque no comprendía la mala suerte de un montón de excusas que a mí me parecían surrealistas.
Le propuse un trabajo de polaridades para acompañarla a hacerse cargo de aspectos no conscientes de ella misma.
Para el trabajo de polaridades, los gestaltistas empleamos la técnica de la silla caliente. Se trata de definir dos aspectos personales aparentemente contrapuestos para invitarlos a sentarse en dos sillas o cojines diferentes. Después, los animamos a dialogar. La persona va cambiando de posición en los cojines y eso le ayuda a integrar las dos voces o posiciones que a veces, pueden estar muy alejadas.
En este caso la Lorena sentó en una almohada su parte de persona «responsable-razonable» y al otro, una hipotética parte de ella misma que asumiría la autoría de estos desenlaces no deseados. Prácticamente no se reconocía en esta vertiente y el rechazo era alto. La llamó «la loca».
Transcribo un pedazo de uno de los diálogos que mantuvieron estas dos partes y que se convirtió revelador para ella:
– LOCA: Estoy harta de me mandes siempre. Me agobio, no me dejas respirar. ¡No me miras!
– RAZONABLE: Tienes que ser razonable, estoy muy cansada, no estamos aquí para divertirnos.
(Loca se muestra desafiante)
– RAZONABLE (enfadada): ¿Tú que te has creído? No podemos fallar, ¡aquí mando yo!
(Loca sigue desafiante, empieza a esbozar una sonrisa)
– TERAPEUTA interviene: Qué está pasando? Parece que esto te gusta…
– LOCA: No es cierto que mande ella, yo tengo más fuerza.
– TERAPEUTA: Ah, ¿sí? ¿Cómo es esto?
– LOCA (manifiestamente satisfecha): Tengo el poder de hacer lo que quiero, de boicotearla.
– TERAPEUTA: Ah, ¿sí? ¿Cómo lo haces?
– LOCA: Le organizo dramas, accidentes. Si no me pongo de su parte, no puede. Y si no me tiene en cuenta, no quiero…
Le organizo dramas, accidentes. Si no me pongo de su parte, no puede.
Le organizo dramas, accidentes. Si no me pongo de su parte, no puede.
La Lorena venía de un pasado de represión que había influido fuertemente su familia allí, en Argentina. De hecho, el trabajo le había ayudado a reconocer que había venido a Barcelona huyendo de esa atmósfera que la estrangulaba, pero aún no había podido hacerse cargo de cómo jugaba esta represión internamente.
Cuando se dio cuenta de como se reprimía con la excusa de ser «responsable y razonable» y de la fuerza que tenía su parte más vital, pudo abrazar partes de ella que había rechazado completamente.
El proceso tardó aún unos meses hasta que pudo beneficiarse de la energía que había en el aspecto más escondido y vital. Cambió de relaciones y también de trabajo. Ahora se siente más viva y se ha atrevido a ocupar un puesto de trabajo más creativo y de más responsabilidad.