Cuando la puerta se abre hacia adentro

Lo he vivido muchas veces, el milagro sucede cuando me difumino y adopto una actitud más de observar que de buscar soluciones, empujar o manipular. Cuando hago espacio a la posibilidad de que una Verdad mayor que la “mía” entre a formar parte de la ecuación vital que la vida me pone delante.

Cuando hablo de milagro me refiero a que, como en un clic, todo empieza a encajar. Emerge una opción, impensable un rato antes, que es buena en general… Y se acompaña de una sensación de que todo está bien y en Paz.

En terapia, sobre todo. Seguramente porque las situaciones que la vida me pone delante me encuentran mejor colocada y presta a hacerme a un lado y abrirme a la confianza. Tengo la certeza de que sólo cada persona sabe lo que le conviene. Lo sabe cuando suelta expectativas, se abre a caminar por el camino de la incertidumbre y aprende a acompañarse en las resistencias al cambio y los bloqueos.

Yendo hacia adentro, volviendo a sentir la dificultad, soltando el juicio, reviviendo los momentos que hemos aprendido a hacer las cosas de una determinada manera prefijada, es cuando la puerta se abre. ¡Y lo hace hacia adentro!

El “trabajo” del terapeuta es éste, sostener el campo, exhalar confianza, poner presencia, señalar algunos cerrojos envejecidos, acompañar y permitir lo que emerge.

Son días de fiestas y entramos en invierno, un niño nos recuerda que un advenimiento es posible. Nosotros estamos aquí, celebrando, ensayándonos en el amor, también equivocándonos.

Avanzando, sin duda.