Cuando hacemos nada

Cuando nos introvertimos, silenciamos demandas, expectativas y deseos. Noticias, encargos y listados interminables de cosas pendientes.

Ponemos el teléfono en modo avión y también todo lo que parecería urgente, en pausa. Encontramos un espacio interno donde acomodarnos por un rato y priorizamos lo importante. Cuando miramos dentro.

Bajamos también la persiana de las demandas internas, el especial maltrato interno con el que nos identificamos: comparaciones, exigencias y expectativas, ideas recurrentes de éxito y fracaso. Nos desnudamos también de las pretensiones sobre cómo el mundo debería ser y comportarse, así como del abanico de estrategias que creemos haber desarrollado para conseguirlo.

Quizás atravesamos unos momentos de vértigo, pero después queda el Vacío. O el TODO, o lo que ES.

De hecho, ¡ya estaba aquí! No podía revelarse bajo todo ese fardo identitario. Se encontraba amordazado esposado atenazado acorralado…

El almez del jardín ha hecho una hoja temprana verde frágil y tierna. Se encuentra en el límite entre lo que es y no es. Como un germinado vulnerable lleno de fuerza y vida. Me fascina.

La belleza estalla y lo abarca todo. Todo ES viviente vibrante y libre. Yo también soy todo. Ya no hay tiempo. Ni palabras