La danza de las relaciones

relacions

La danza de las relaciones

Como decía mi abuela: este año se está difícil. Cuando parece que todo se encuentra en un perfecto estado de equilibrio y empiezo a creer que todo ello tiene que ver con alguna virtud o ganancia personal, la vida tiene la osadía -o la gracia- de recordarme que nunca puedo dejar de bailar, que nunca dejaré de aprender.

Recuerdo la época -que ahora parece dorada- de cuando los hijos eran pequeños. Cuando después de días, pocos, de una calma aparente, llegaban vientos de cambio y había que rehacer un nuevo equilibrio: de golpe se ponían de pie y aprendían a abrir el congelador, o se ponían enfermos y nos desesperábamos en el hospital, o la adolescencia amenazaba con quebradizas personales que vivíamos contra las cuerdas…Los hijos, la familia, los compañeros, la pareja, los amigos…Gracias a ellos, la vida tiene otra perspectiva.

Son vínculos que sin duda nos construyen y nos obligan a bailar una danza que a veces parece imposible: el vaivén cadencioso del que a menudo interpretamos como opuesto y contradictorio. Hablo de la necesidad de acercamiento y de distancia en períodos de tiempo diabólicamente pequeños. De las cuentas que a menudo no cuadran entre lo que queremos dar y lo que esperamos recibir. Del deseo de cobijar un amigo o un hijo y la certeza de que los volveremos a fallar. De la gratitud de soltar algo importante en beneficio del otro conviviendo con la tozudez de no ceder lo que nos pertenece…

Respiramos y no es difícil oír las demandas y manipulaciones externas, el precio a pagar por sentir que formamos parte de un grupo, y el vértigo que supone acompasar todo ello con los miedos y contradicciones de nuestro interior.

La danza de las relaciones: apenas empezamos a comprender cuáles son nuestras necesidades cuando el ritmo de la canción que bailamos sugiere que no nos identificamos demasiado…Tres pasos decididos hacia el compromiso con los que amamos para luego permanecer en el vacío infinito que supone aceptarlos tal y como son…

A menudo, en medio de esta danza en la que vamos y venimos, perdemos pie y nos desesperamos. Pero también sucede a menudo que, en pleno desequilibrio y mientras experimentamos una curva inesperada, aprendemos el mejor regalo: ser nosotros -yo soy- parte y motor de esta vida que nos mueve, el mejor regalo que nos hacemos, unos a otros

 

También te puede interesar