05 Jul Gestalt: Responsabilidad y No-Juicio
Estamos en terapia. Podríamos poner el ejemplo de un hombre, panadero, que no gestiona bien su agresividad, el de una madre joven que se siente débil y poco capaz de afrontar los retos de la vida cotidiana, o incluso el de un chico que no lleva bien sentirse vulnerable y tiene problemas de pareja. Podrían ser estos ejemplos o muchos otros.
Con mucha frecuencia, cuando alguien llega a terapia cree que el problema se encuentra fuera: el subordinado que no me respeta, el hijo que no es dócil, o la pareja que me pide compartir aspectos emocionales que no quiero o no puedo expresar.
En el proceso terapéutico, los primeros pasos se encuentran en la dirección de afrontar lo que llamamos nuestra responsabilidad: A este panadero le es difícil sostener las desavenencias y esto pertenece al ámbito de su responsabilidad, y podríamos decir algo similar de la mujer joven y el poco margen para sostener la frustración y también del chico y la aceptación de su vulnerabilidad.
Cuando dejamos de hacer hincapié únicamente en el exterior y asumimos que tenemos alguna responsabilidad en lo que vivimos y cómo lo vivimos, es cuando podemos cambiar algo.
Estos descubrimientos personales suelen tener, en los inicios, un componente cognitivo importante. A menudo, la persona que viene a terapia considera que ya lo ha «entendido» y, por tanto, podrá «resolver la situación» a base de esfuerzo y de exigencia. No suele ser así.
De hecho, esta exigencia dificulta el proceso. Cuesta un tiempo aceptar que muchos conflictos se resuelven dejando que la puerta se abra hacia adentro y por lo tanto, hay que dejar de empujar hacia fuera, que es lo que solemos hacer. Se requiere aprender una cualidad más receptiva, una mirada consciente y cercana a la aceptación compasiva hacia uno mismo para que el chico pueda abrirse emocionalmente a la pareja o la madre joven acepte sus dificultades con los límites.
Detrás de estas actitudes automáticas, suele haber dolor. El dolor del bullying vivido, el del entorno de sobreprotección que no nos permitió crecer o el poco espacio para la expresión emocional cuando eramos pequeños. Por eso, poner más presión para cambiar el comportamiento no ayuda. Bastante hemos estado sufriendo ya para adaptarnos a lo que se esperaba de nosotros.
Y entonces? Entonces el proceso requiere aprender a estar en contacto y a sentir lo que hemos estado evitando.
Acompañarnos a re-sentir. Sin juicio, sin presión, permitir la expresión y los «darse cuenta» que la acompañan cuando usamos esta actitud. Este acompañamiento es, en los inicios, el papel del terapeuta. Más adelante, una vez hemos integrado que en el presente todo aquel dolor ha perdido fuerza, podremos acompañarnos solos.
Comenzará a suceder que la agresividad se afloja y el panadero puede sostener una confrontación con su subordinado, que la mujer joven puede sentirse amorosa poniendo límites a su hijo o que nuestro querido muchacho puede compartir con su pareja el miedo de perderla.
Autora
Rosa Montells
Terapeuta Gestalt con quince años de experiencia, miembro de la Asociación Española de Terapia Gestalt (AETG). Instructora de Movimiento Consciente Río Abierto. Profesora de Cocina Natural y Energética. Licenciada en Farmacia.